En un contexto donde la disponibilidad de agua dulce se reduce y la demanda de alimentos crece exponencialmente, la reutilización de aguas residuales para la agricultura emerge como una solución potencialmente viable y sostenible. En México, un país con regiones semiáridas y grandes desafíos hídricos, esta práctica ha generado un debate entre sus defensores y detractores. ¿Pueden los cultivos irrigados con agua residual ser una alternativa viable para el futuro, o es solo una utopía cargada de riesgos?
México enfrenta una de las crisis de agua más importantes en América Latina. Según datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), alrededor del 76% de los cuerpos de agua superficial en el país están contaminados en diversos grados. Además, la sobreexplotación de acuíferos ha llevado a que el 15% de ellos presenten niveles críticos de deterioro.
En este panorama, la agricultura consume más del 70% del agua disponible en el país. Esta situación ha impulsado la búsqueda de fuentes alternativas, como el tratamiento y reutilización de aguas residuales.
En México, solo el 57.5% de las aguas residuales recolectadas recibe algún tipo de tratamiento, de acuerdo con cifras de CONAGUA de 2021. Sin embargo, esta cifra es insuficiente si se compara con la creciente demanda de agua tratada para usos agrícolas e industriales. Las plantas de tratamiento varían significativamente en tecnología y capacidad, desde sistemas rudimentarios hasta plantas avanzadas que cumplen con normas internacionales.
El uso de aguas residuales tratadas en la agricultura tiene múltiples ventajas, entre ellas:
Pese a sus beneficios, el uso de aguas residuales plantea también riesgos significativos:
En el Valle del Mezquital, en el estado de Hidalgo, las aguas residuales de la Ciudad de México se han utilizado durante décadas para irrigar cultivos como maíz, alfalfa y hortalizas. Aunque esta región ha enfrentado críticas por el posible impacto en la salud, también se le reconoce por su alta productividad agrícola.
Otro caso es el de la planta de tratamiento de aguas residuales de Atotonilco, también en Hidalgo, una de las más grandes de América Latina. Esta planta trata un volumen significativo de aguas residuales, mejorando su calidad para usos agrícolas.
A pesar de estos avances, los retos son significativos. Entre ellos se incluyen:
Diversas tecnologías están revolucionando el tratamiento y uso de aguas residuales en la agricultura:
El uso de energías renovables, como la solar y la eólica, en plantas de tratamiento reduce los costos operativos y el impacto ambiental, haciendo más viable la reutilización de aguas residuales en zonas rurales.
Para aprovechar plenamente el potencial de las aguas residuales en la agricultura, es crucial implementar políticas públicas que promuevan:
El sector público, privado y las organizaciones no gubernamentales deben trabajar de manera conjunta para superar las barreras técnicas, sociales y económicas.
El uso de aguas residuales para la agricultura en México es una alternativa que combina grandes oportunidades con retos importantes. Si se implementan medidas adecuadas de tratamiento, regulación y educación, esta práctica podría convertirse en una solución sostenible para enfrentar la crisis hídrica y alimentar a una población en constante crecimiento. Sin embargo, el éxito de esta iniciativa dependerá de la colaboración efectiva entre gobiernos, investigadores, agricultores y la sociedad en general.
Sí, siempre que las aguas residuales hayan sido tratadas conforme a las normas de calidad establecidas, como la NOM-003-SEMARNAT-1997, que regula el uso de aguas residuales tratadas en actividades agrícolas y otras aplicaciones.
Los cultivos no comestibles, como forrajes o fibras, son los más recomendados. Sin embargo, también es posible irrigar cultivos comestibles, siempre y cuando se respeten los protocolos de tratamiento y manejo.
Los principales riesgos incluyen la exposición a patógenos y contaminantes químicos. Para minimizarlos, es fundamental usar equipo de protección y garantizar que el agua utilizada haya sido tratada adecuadamente.
La educación y la sensibilización son clave. Campañas informativas que expliquen los beneficios, los riesgos controlados y las medidas de seguridad pueden ayudar a cambiar percepciones negativas.
El gobierno tiene un papel crucial en la creación de normativas claras, la inversión en infraestructura de tratamiento y la promoción de investigaciones para garantizar la seguridad y efectividad del uso de aguas residuales en la agricultura.
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